viernes, 2 de julio de 2021

La imagen de dos muchachos. 2 de julio del Año XXIX D.C.

Quiero pensar que eran dos muchachos jóvenes, alegres, precoces y amigos. Me enternece y me encanta la imagen rebosante de juventud de estos dos personajes. Una pareja, que desde el momento cero se profesó admiración y afecto mutuo, captada en esos gestos de complicidad contenta que el fotógrafo Pepe Lamarca tan bien supo plasmar. La iconografía es perfecta en el blanco y negro de la instantánea pulcra y elegante. Las dos figuras retratadas en una composición simétrica y el contraposto de Camarón buscando con la mirada el refuerzo de la risa de su compañero Paco. En sus cortas historias de vida llevaban ya siglos de sabiduría flamenca a sus espaldas. El uno respondía a las exigencias de un padre severo y una madre cariñosa (Lucía); el otro, el séptimo de ocho hermanos, vivió la orfandad paterna, pero seguro que su madre (Juana) también le regaló un delicado apego; porque esas sonrisas en absoluto impostadas son imposibles en personas que no han sido queridas durante su infancia. La juventud puede con todo y pese a los trasnoches y abusos de una temprana vida de trabajo nocturno los pocos años imponen la broma y espontaneidad a la sesión fotográfica. Pelo limpio, afeitado bien rasurado y camisa planchada, excepto el cigarrillo ningún elemento, ningún adorno, altera la imagen de felicidad compartida que ambos sugieren. Si no niños sí fueron adolescentes trabajadores. Chicos impúberes que ganaban los concursos en los pueblos de Andalucía rápidamente se profesionalizaron como guitarrista y cantaor. Los dos del Sur, de Cádiz, en el ambiente de los tablaos madrileños fraguaron una amistad cuyos frutos a día de hoy no han sido igualados. De la imagen se desprende la actitud desenfadada a la vez que tímida, contenida, de unos zagales traviesos que muestran una amplia sonrisa de dentadura impoluta. Quiero pensar que la noche antes hicieron un fandanguito que les salió bordao, que se bebieron unos cuantos wiskies, que tontearon como veinteañeros con las bailaoras del cuadro del espectáculo, que les dieron calabazas y les importó un pimiento, que caminaron de madrugada por las calles próximas a la plaza Tirso de Molina, que tenían hambre y se comieron un bocadillo de jamón barato… Llegaron a la casa familiar y se acostaron aguantando las risas para no despertar a nadie y antes de conciliar el sueño recordaron cuánto tiempo hacía que no iban a su tierra. No muy temprano se levantaron pensando que la sesión de fotos de ese día les pillaba en plena resaca. A esas edades el cansancio no deja signos manifiestos en el rostro, las líneas de expresión son de puro gozo. Juntos y aseaos, bien acicalados oliendo a loción de hombre y ropa limpia, fueron al encuentro de José Lamarca quien los inmortalizó en este magnífico retrato.

Felicitas Ramírez 
2 de julio del Año XXIX D.C.

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